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La ópera de hoy en Europa, una mirada tras bambalinas

Alejandro Pizarro-Enríquez | 30.10.2017

La ópera de hoy en Europa, una mirada tras bambalinas

La vorágine en la que se ha convertido la ópera hoy en día es algo que me ha sorprendido enormemente desde que llegué a Europa. Por allá por el año 2011 cuando ingresé a la Semperoper de Dresden en Alemania, aún no sabía de qué se trataba todo esto, pues estaba recién llegado de un país en vías de desarrollo, como lo es Chile. Estoy sorprendido de cómo las cosas en el ámbito de la ópera funcionan a este lado del mundo. Es, según mi opinión, de una facilidad sorprendente como todo se desarrolla en forma fluida y planeada: ensayos musicales, de escena al piano o con orquesta, etc. En un lugar donde se hacen más de veinte puestas en escena en la temporada en el caso de Dresden y más de cincuenta en el caso de Viena. Son números inimaginables viniendo desde Chile. Para que todo esto funcione se requiere obviamente de una buena planificación y logística.

Bueno, esa es una cara de la moneda, obviamente no todo es miel sobre hojuelas, en ninguna parte lo es y aquí no es la excepción. Sin duda que realizar cincuenta óperas en la temporada tiene sus costos, tanto financieros como artísticos. No me voy a explayar en lo monetario porque no es mi campo. Trataré sin embargo de dar, lo más responsablemente posible la visión que tengo en el ámbito artístico.

Cuando utilizo la palabra vorágine lo hago porque detrás de todo el glamour que se ve en el escenario, hay un trabajo desenfrenado sin pausas, sin respiro, sin el tiempo necesario, según mi opinión, para preparar musicalmente bien una ópera. Tengo la sensación de que a favor de la cantidad se deja de lado, lamentablemente, la calidad de las producciones de ópera que se presentan.

El glamour de un par de horas de música clásica tiene bastidores oscuros, llenos de esfuerzo y sacrificio.

Ahora, cuando digo que se deja de lado la calidad, no quiero decir que las producciones sean malas ni mucho menos, y tampoco digo que esto se haga intencionalmente, según mi parecer esto es una consecuencia del querer presentar en promedio casi una producción distinta de ópera diaria, con un total de trescientas funciones al año. Evidentemente, para poder mantener un ritmo así, algo hay que sacrificar.

Esto va más allá de los cantantes, ellos intentan con el tiempo que tienen, dar lo mejor de sí. De alguna forma inexplicable todo funciona, pero no cabe duda que se podría ahondar mucho más en lo musical e interpretativo tanto en la orquesta, como en los solistas o el coro. Sin embargo es difícil, porque la orquesta cambia, es todos los días distinta, entonces si viene un director que tuvo la suerte de poder ensayar con la orquesta antes de una función, ya en la segunda función de la serie va a tener otra orquesta y hasta ahí llegó lo que él o ella haya podido aportar en lo musical. A no ser que sea una premiere, donde el director musical está presente “por lo general” desde el comienzo de los ensayos escénicos, lo cual permite que él o ella den su parecer de lo que les gustaría hacer musicalmente con la obra. Esto es seis o siete veces en la temporada, que es el número de estrenos que hay. El resto son reposiciones, que por lo general, dependiendo de la dificultad de la ópera, no tienen ni siquiera un ensayo con orquesta antes de ir al escenario, sólo se realiza un ensayo de escena y ya está.

Aquí es donde yo me cuestiono y digo, “bueno, aquí la idea es producir” y ciertamente hay funciones inolvidables con cantantes de nivel mundial que se pasean por el escenario haciendo delirar al público. Pero también hay de aquellas donde el glamour escasea, no sólo en lo musical, sino también en lo vocal. He ahí el otro punto.

Una vorágine que se alimenta de todo lo que encuentra a su alrededor, y aquí los cantantes juegan un rol fundamental. No solamente porque con ellos se ponen en escena las diferentes producciones de ópera, sino también porque ellos deben estar ahí bajo cualquier circunstancia, listos y preparados para saltar a escena. Esto suena normal, pero no lo es cuando deben estar preparados y listos para más de seis, siete u ocho roles, de los cuales a lo mejor tres o cuatro deben cantar dentro de una sola semana. El nivel de estrés y presión con que algunos cantantes deben lidiar es feroz. De este tema saquemos obviamente a las estrellas de la ópera y a los cantantes que trabajan freelance los cuales también están presentes y llegan a cantar su rol en otras condiciones. Ellos trabajan bajo condiciones totalmente distintas a los cantantes del ensamble de un teatro. Dentro de estas condiciones como dije, está el aprender constantemente repertorio nuevo, que no necesariamente es el indicado para cierto tipo de voz, y aquí doy obviamente mi opinión como cantante. Dentro de las cosas necesarias para la preparación de un rol se encuentra algo que hoy en día escasea muchísimo: el tiempo. El tiempo necesario para aprender la música, el texto, el contexto histórico de la ópera en sí, comprender y crear una versión propia del personaje a interpretar, etc., aunque esto último se contrapone muy a menudo a los deseos e ideas que tienen los directores de escena hoy en día. En Alemania y Austria, pareciera que quieren inventar la rueda nuevamente en lo que se refiere a puestas en escena, pero ese es otro tema.

Como decía, el tiempo es un bien escaso en estos días, necesario por ejemplo para que el rol a cantar e interpretar se asiente en el cuerpo y en la voz. Los cantantes estables de un teatro hoy en día no tienen este lujo. Por lo general son cantantes jóvenes, porque ¿quién si no para aguantar toda esa presión? Dependiendo de la casa de ópera donde trabajen, deben cantar todo el repertorio que les asignen y sus salarios no son necesariamente buenos en comparación con la orquesta y el coro. Son cantantes que viven con la incertidumbre de saber si continuarán trabajando en la casa donde están, porque a la menor muestra de bajo rendimiento o cambio de dirigencia, muchas gracias y que venga el siguiente. Esto es una generalización pero me atrevería a decir que ocurre en la mayoría de las casas de ópera en Alemania y Austria.

Entonces es un uso indiscriminado de recurso que no va a tener el tiempo necesario para desarrollarse, lo cual es una lástima, pero es la forma en que funciona esta empresa hoy en día. Haciendo un paralelo con lo que pasaba en los años cincuentas y sesentas, la modernización de los medios de transporte ha significado que todo deba hacerse más rápido, más turistas en las ciudades significan más funciones, más variedad, menos tiempo de preparación.

El glamour de un par de horas de música clásica tiene bastidores oscuros, llenos de esfuerzo y sacrificio, no sólo de cantantes y músicos sino también de técnicos, vestuaristas y maquilladores, todos tratando de mantener a flote un gigante que, donde sea que se encuentre, produce noches memorables y otras no tanto, pudiendo las primeras ser mucho más frecuentes cuando hablamos de escenarios importantes a nivel mundial. La filosofía debería ser, según mi opinión, menos cantidad y más calidad, robarle tiempo a esta vorágine.

Alejandro Pizarro-Enríquez es un cantante chileno, barítono, residente en Viena, Austria. Realizó sus estudios de canto en forma particular en Chile con Rodrigo Navarrete, en Múnich con Oscar Quezada y actualmente con la destacada profesora Claudia Visca en Viena. Se ha desempeñado como cantante en la Semperoper de Dresden y actualmente en la Opera Estatal de Viena, en ambos casos con participaciones de solista y coro. También forma parte del elenco de solistas de la orquesta de Schönbrunn en Viena.