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Vivir como músico, aquí y en la quebrá del ají

Danilo Cabaluz | 30.05.2017

Vivir como músico, aquí y en la quebrá del ají

El vivir o sobrevivir de la música es un tema que se presenta recurrentemente y no es nada de nuevo en el tiempo. La dificultad de sustentarse económicamente no es propia solo de los músicos, sino que también de otros artistas, deportistas, etc. y en general de todas aquellas actividades que no están relacionadas en su esencia a la productividad económica, aunque a través de estas se puedan hacer, en ocasiones, grandes fortunas (que no es nuestro caso).

Lo que hay que tener claro es que la música, así como todo el arte, no responde en absoluto a lógicas productivas (¡por suerte!), es en su esencia una manifestación humana totalmente necesaria para nuestra comunicación, en sus variadas formas. Por esto seguirá existiendo a pesar de todo el desprecio que genera lo poco rentable en una sociedad de consumo. No obstante, este hecho termina por dejar de lado a muchos que hubiesen querido dedicarse a alguna de estas hermosas actividades.

En este panorama (en parte desolador), la decisión de dedicarse a la música de manera profesional, es decir dedicarle gran parte de nuestro tiempo, responde exclusivamente al amor que uno siente por la música y el placer que nos genera. Este placer se va desarrollando desde temprano a través de la experiencia musical, la cual se debe mantener para reafirmar a lo largo de nuestra carrera la convicción que como artistas debemos tener para desarrollarnos dentro de un sistema adverso.

En este sistema, que llama a consumir y a un montón de otras atrocidades, no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que las cosas cambien y ver cómo influyen aquellos que desprecian las manifestaciones artístico-culturales y las han llevado hasta este punto crítico. Nosotros como músicos tenemos que ser también capaces de ver nuestros defectos y asumir algunas culpas, en pos de un presente y futuro más alentador. En ese sentido tenemos que diagnosticar los problemas que se nos presentan y cómo estos inciden finalmente en nuestra labor y en el rol que tiene la música y todo el arte en la sociedad.

Como músicos tenemos que aprender, casi sin ninguna preparación por parte de la academia, a salir y tocar, donde sea.

Las falencias se presentan fundamentalmente en la formación artística poco íntegra que recibimos, de manera formal (académica) o informal. En la primera, por ejemplo, se considera casi como de única importancia la formación estrictamente musical, que a su vez también es deficiente, y quedan fuera asuntos tan relevantes como la estética que un músico desarrolla, la propuesta artística, la definición del público al que se dirige, el tipo de concierto que ofrece, el mensaje que transmite, la gestión de actividades, etc. El oficio del músico va mucho más allá que la teoría musical y/o tocar bien un instrumento.

La formación académica de los intérpretes musicales (el área en que me formé), por ejemplo, solo considerando aspectos netamente musicales, deja de lado puntos de aprendizaje tan importantes como: componer, improvisar, hacer arreglos para grupos de cámara, el contrapunto, y el acompañamiento. En el caso de la guitarra (mi instrumento), ¡ni siquiera se enseñan los rasgueos tradicionales utilizados en nuestra música folclórica y popular! Alguien podrá decir que la academia no puede ocuparse de todo, por supuesto que no, pero sí debe dar las herramientas prácticas para que un intérprete ejerza su oficio de buena manera. Luego cada persona se especializará según su gusto o destreza en algún área específica, pero no en desmedro del manejo de las otras, al menos en un nivel elemental. Todo el estudio de la armonía, el análisis, la historia de la música, etc. no sirve de mucho si no se contextualiza en nuestra realidad actual. No podemos olvidar tampoco que parte esencial del arte es la creación, en cualquiera de sus manifestaciones, y que de los intérpretes que se siguen formando en la academia una minoría solo se dedica a dar conciertos de música clásica (la cual se enseña primordialmente), el resto transita por los muchos caminos que la música ofrece. Es decir, ¡en nuestras instituciones se forman, y no del todo bien, profesionales para algo que prácticamente no existe!

Además de esto, hay otros factores que trascienden al estudio musical, que son parte igual, o más importante que éste, como la transmisión de la música, ese acto de comunión que se genera entre quien toca y quien oye, siendo este último también un ser musical. Este acto de comunión no se debe separar nunca del arte, puesto que es parte de su esencia. Es a través de este acto mágico, que como cualquier experiencia se debe necesariamente vivenciar, donde se aprende mucho. Esta comunión también fue decisiva, como oyente, para cualquier músico en su infancia o adolescencia.

Al entender la vital importancia del acto musical, nos preocuparemos tanto de nuestra formación musical-instrumental, como de que el arte termine siendo un acto social. Este asunto suena obvio, pero en la realidad actual no lo es. Hay muchos músicos-intérpretes que no lo hacen. Esta parte esencial del quehacer artístico está siendo desplazada a un segundo plano y quedado relegada, en muchos casos, casi solo al gran concierto, para el cual nos preparamos mucho tiempo, desconociendo que el gran concierto es uno más dentro de las miles de formas de tocar para otro(s).

Como músicos tenemos que aprender, casi sin ninguna preparación por parte de la academia, a salir y tocar, donde sea. Esto nos conectará con el arte y los otros, es tanto una red social, profesional, como un aprendizaje de nuestro propio arte, nuestra capacidad de transmitir, entender, sentir, etc. Es así como posteriormente podremos definir nuestra propuesta artística, estética, etc., conociendo a quien(es) escucha(n).

Para ello hay que romper paradigmas. ¿Cuáles? Primero aceptarse como un músico capaz de dar conciertos o de tocar para otros, no esperar ser señalado como el mejor para hacerlo (¡tampoco se va a llegar nunca a eso!), entender que el arte, la música, no debe responder a un nivel técnico determinado para ser transmitido, hay que entablar esa comunicación necesaria, hacerlo lo mejor que uno pueda y listo, con seriedad, honestidad, cariño y respeto con quien está escuchando. El nivel de compromiso con que se realiza el acto musical lo pone uno, no es impuesto.

Finalmente, que no hayan más instancias para tocar para otros, para realizar este espacio de comunión musical, se debe a una suma de factores en los cuales tenemos una real incidencia. La falta de expresiones artísticos-musicales en espacios trascendentales de nuestra sociedad, como las escuelas y los medios de comunicación, es en parte por desligarnos como músicos y artistas de la sociedad y sus procesos, dejando gran parte de la labor de difusión y educación a personas incompetentes que tienen otros objetivos y que no entienden (o no quieren aceptar) el sentido del arte en ella. Dicho sea de paso, no es al azar qué materias se ponen o sacan en las escuelas, ni la programación de las radios y televisión. Esto responde más bien a una instrumentalización de las personas como trabajadores-consumidores y no como ciudadanos. Nuestra labor debe recaer en la formación de público, en la difusión de la música, la cual se cultiva tocando para quienes nos rodean, para quienes no tienen acceso a ella, o que solamente acceden a la programación de los medios de comunicación masiva, enseñando a niños, jóvenes y adultos, como la gran mayoría de los músicos lo hacemos. Todo esto genera que el arte, la música, vuelva a pertenecer a las sociedades y que ni su programación ni su orientación dependa de quienes dirigen desde arriba una política sociocultural. En ese cambio somos parte esencial, y es una tarea pendiente aquí y en la quebrá del ají.*

* Aquí y en la quebrada del ají: dicho chileno que hace referencia a que algo que es válido en cualquier lugar.

Danilo Cabaluz es un guitarrista chileno radicado en Alemania. Realizó sus estudios de guitarra con Luis Orlandini en la Universidad de Chile, estudios de magíster y postgrado con Eliot Fisk en la Universität Mozarteum Salzburg, Austria. Integró el reconocido conjunto Barroco Andino y Ensamble de Guitarras de Chile, junto a ellos y como solista se ha presentado en Colombia, Ecuador, Argentina, EEUU, España, Holanda, Suiza, Austria, Alemania y Chile. Además de su actividad como solista tiene variados proyectos musicales, concentrados principalmente en la música latinoamericana, entre ellos cabe destacar el Cuarteto de Guitarras Mosaiko y Dúo CellAr. dc.danilocabaluz.com